lunes, 10 de febrero de 2014

Entrada sin título.

Hoy, realmente, siento que quiero irme a la mierda.

Descubrí que el tiempo no detiene a nadie, ni a los sentimientos; mucho menos a los sentimientos, que las cosas pueden pasar en menos de lo que esperabas, que la soledad puede ser tu mejor aliada, pero cuando tiene que partir dejas de extrañarla. Que la esperanza no es solo lo último que se pierde, si no la que siempre te acompaña…

Y eso, más de una vez, es malo.

¿Qué son esperanzas vacías? ¿De qué sirve albergar algo que sabemos a plena consciencia que no volverá? Hoy no trato de ser poética, ni filosófica, ni trascendental, ahora eso me parece estúpido, no deseo transmitir nada a nadie. Sólo deseo desahogar tantos sentimientos reprimidos, sentimientos que están aprisionados dentro de mí desde hace ya más de 10 años. Sentimientos que no han visto la luz por mi cobardía, mi miedo a recaer, mi enorme temor a hundirme en un agujero de emociones que me engulla y no me deje salir nunca más.

También aprendí que la persona más importante en tu vida en algún momento deja de hacerte falta, pero por costumbre sigues fiel a la necesidad de saber de ella. Hace ya 10 años que perdí a la persona más importante de mi vida, una persona como ninguna, una persona a la que no me atrevo siquiera a comparar con nadie, alguien que me enseñó tantas cosas que aún hoy mantengo bien en alto, alguien que no sólo marcó mi vida, sino que también me moldeó en muchos sentidos, me hizo ser la persona que soy ahora.

Hoy, finalmente, he explotado

Lloré, lloré como si no hubiese un mañana sin importarme quiénes estuvieran a mi alrededor. Lloré de dolor, de nostalgia, de impotencia, de desesperación. Mi cabeza hace mucho tiempo asimiló la muerte de esta persona, pero mi corazón jamás lo ha aceptado.

Vivo reprimida. A la larga me he creado una faceta infantil y despreocupada que muchas veces uso como escudo para combatir la tristeza, tengo miedo de llorar, tengo miedo de volverme débil. Porque bien sé que eso sería mi completa perdición. Aunque la verdad es que soy débil, soy un maldito y asqueroso ser humano, un ser humano que comete errores y que inevitablemente siempre derramará lágrimas, y en más de una ocasión, sin ninguna razón. A veces he creído que cometo más errores que una persona común y corriente, por desear siempre hacer las cosas por mi cuenta, por insistir en ir siempre a mí ritmo sin ayuda de nadie. Oculto todo, oculto todo porque simplemente creo que soy tan, pero tan miserable, que no vale la pena provocar preocupación en los demás.

La vida a veces es sumamente confusa. No sé hacia dónde ir, pero supongo que hasta cierto punto ese es el caso. Tengo  todo lo necesario para ser feliz. Techo bajo el cual vivir, estudios, ropa, un plato de comida el cual llevarme a la boca, unos padres que a medida de sus posibilidades me apoyan… no tengo nada de qué quejarme realmente. Sin embargo, es imposible no sentir dolor, es imposible que los obstáculos que a la larga se me presentan no me hagan entrar en un estado a veces incluso caótico de desesperación. No es fácil sobrellevarlo todo, siendo yo una náufraga en una isla de sentimientos encontrados, la damnificada en el desastre natural que tengo por emociones, pero con todo y eso he estado aquí, fiel a una quizá falsa alegría.

Es mi costumbre mantenerme distante de algunas personas, y es con mi padre con quien más eh mostrado este lado mío. Nunca hemos sido muy cercanos, es como si cada quien habitara en su propio mundo, tan distante, tan diferente. Él siempre tan lejano, y yo por pura soberbia, me alejaba aún más. Algunas veces traté de acercarme a él, de hacer que nuestra relación fuera, de menos, un poco estable. 


Pero siempre era lo mismo…Yo tan perdida en su laberinto de sentimientos tan contradictorios y confusos, mientras él se mantenía completamente incapaz de responder a mis preguntas, agarrarme de la mano, y sacarme de ahí. De ese abismo en el que me sumergía cada que la decepción por haber fallado me invadía. Todo se mantenía exactamente igual. Corazones y mentes distantes y divididas.


No esperaba reaccionar de esta manera al enterarme del estado de salud tan crítico en el que se encuentra. Esa incertidumbre de no saber en qué momento podría dejar de verlo para siempre, es difícil, es realmente difícil asimilar el hecho de que es cuestión de tiempo para que se vaya para siempre. Pese a que sea un viejo neurótico y necio, es mi padre, y ahora me doy cuenta que le tengo cariño; quizá no un cariño empalagoso o demasiado “sentimental”, pero sí lo quiero, a mi modo.


Caso aparte, la sociedad y su ignorancia me asquean… pero eso no es nada nuevo y no importa demasiado.

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Entrada escrita el 25 de diciembre del 2012, mi padre falleció el 24 de febrero del 2013. No sé que decir acerca de esto, francamente. Pero casi todo lo que escribí en aquel entonces, lo siento aún. Solo diré una cosa: vivan, en serio, VIVAN el presente, o después podrán arrepentirse de no haberlo hecho.