viernes, 6 de junio de 2014

Amber

Hace mucho que comencé a ocultarme de las personas, hace mucho que comencé a usar una máscara de indiferencia ante el mundo que me rodeaba. El distanciamiento con mi hermano, el carácter estricto de mi padre y el desinterés de mi madre eran detonantes perfectos para lo que, alguna vez, pudo ser nuestra ‘familia’. Todo se había ido por un agujero hacía bastante tiempo, pero el hecho de querer… no, el hecho de tener que seguir viviendo, me acarreaba a actuar de una manera repelente y desconfiada hacia cualquier persona. Crecí con miedo, con una espesa bruma alrededor que me obstruía la vista a lo verdaderamente importante. Pero no me importaba, no me importaba en lo más mínimo continuar así, no había nada que me interesara más que volver atrás, recuperar lo poco que realmente amaba.

Pero la relación con mi hermano no progresaba, estábamos estancados, hundiéndonos con la misma rapidez que se hundía nuestra familia. Él podría ser el único consuelo que tenía, pero eligió actuar rebelde y repelente debido a los malos tratos de mi padre. Yo sólo podía ver cómo se arruinaba, y cómo lo trataba cada día más y más mal gracias a su comportamiento. Quería hacer algo por él, quería evitar que se destruyera a sí mismo, pero el ambiente psicológicamente violento en el que había crecido lo había vuelto agresivo, y al hacer vanos intentos por recuperarlo, llegó a hacerme heridas en el cuerpo en varias ocasiones, pero no me importó. Necesitaba recuperarlo, necesitaba que estuviéramos juntos, no importa lo que me sucediera a mí en el intento.

Las cosas continuaron bastante mal, y un oscuro día del lluvioso y frío octubre… la granada estalló.
Mi padre no soportó más la rebeldía de mi hermano, por lo que lo envió lejos, apenas a sus 9 años, a un internado a las afueras de la ciudad, lejos de todo. De su familia, de sus amigos, y de mí… Y pese a que yo intenté evitarlo, también tomó cartas en el asunto sobre mí. Quería que yo tuviese una educación impecable, así que me inscribió a un colegio privado con un reglamento absurdamente estricto, sin que yo pudiera hacer nada al respecto para detenerlo. Aunque, a esas alturas, tampoco quería hacer nada más. Simplemente… ya no podía.

El tiempo transcurrió lento, pesado y paulatino. Ambos hicimos nuestras vidas separados, y aunque yo continuaba viviendo con mis padres, el vacío que dejó la ausencia de mi hermano se sentía de manera profunda y punzante. Mis padres eran indiferentes ante mi presencia, pero tampoco crecí con la imperativa necesidad de tener su apego y comprensión, sabía arreglármelas por mi cuenta, y eventualmente no necesité expresarme ante nadie, mis emociones fueron acumulándose muy hondo en mi pecho, aprendí a a ahogar mi gritos y a retener mis lágrimas, era como un cascarón vacío, casi sin vida, perforado por el dolor de la ausencia. La devastación crecía por dentro, pero yo me empeñé en seguir adelante, guardando muy profundo en mí una pequeña esperanza de recuperarlo todo.

Ahora he vuelto aquí, a Sweet Amoris. Luego de años de estar separada de una escuela aparentemente normal, volví a un instituto con personas que están vagamente sumidas en mis memorias, no recuerdo bien a nadie… solamente a uno. Un chico con cabello negro puro y ojos oscuros. El que reparara mi muñeca para mí hace mucho tiempo fue suficiente para que no pudiese olvidarlo jamás. No estoy segura si volveré a encontrarlo aquí, pero tampoco espero que me recuerde a mí.

Mi hermano se volvió un estudiante ejemplar, podría definirlo como un genio. Su examen de admisión fue perfecto, no tuvo ningún problema en ser aceptado. Su apariencia, su carácter y su comportamiento con los demás cambiaron. Era educado, presentable y tenía cierta dulzura en su manera de ser, desarrolló una empatía hacia los demás que jamás creí ver.

Pero el abismo entre nosotros seguía, indiferencia, tal vez miedo, rencor… no estaba seguro de lo que sucedía, y la forma de ser que adapté con los años; cruda, insensible… no me ayudaba a tener el valor de acercarme a él.

Y también… había alguien más… alguien que me impedía el hecho de poder volver con él, establecer la relación cercana de hermanos que siempre quise que tuviéramos…
Esa chica… siempre detrás de él, siempre intentando ayudarlo, siempre sacándole sonrisas espontáneas y sinceras… las sonrisas que nunca pudo darme…

¿Qué es lo que sería esa chica para mí…?

lunes, 10 de febrero de 2014

Entrada sin título.

Hoy, realmente, siento que quiero irme a la mierda.

Descubrí que el tiempo no detiene a nadie, ni a los sentimientos; mucho menos a los sentimientos, que las cosas pueden pasar en menos de lo que esperabas, que la soledad puede ser tu mejor aliada, pero cuando tiene que partir dejas de extrañarla. Que la esperanza no es solo lo último que se pierde, si no la que siempre te acompaña…

Y eso, más de una vez, es malo.

¿Qué son esperanzas vacías? ¿De qué sirve albergar algo que sabemos a plena consciencia que no volverá? Hoy no trato de ser poética, ni filosófica, ni trascendental, ahora eso me parece estúpido, no deseo transmitir nada a nadie. Sólo deseo desahogar tantos sentimientos reprimidos, sentimientos que están aprisionados dentro de mí desde hace ya más de 10 años. Sentimientos que no han visto la luz por mi cobardía, mi miedo a recaer, mi enorme temor a hundirme en un agujero de emociones que me engulla y no me deje salir nunca más.

También aprendí que la persona más importante en tu vida en algún momento deja de hacerte falta, pero por costumbre sigues fiel a la necesidad de saber de ella. Hace ya 10 años que perdí a la persona más importante de mi vida, una persona como ninguna, una persona a la que no me atrevo siquiera a comparar con nadie, alguien que me enseñó tantas cosas que aún hoy mantengo bien en alto, alguien que no sólo marcó mi vida, sino que también me moldeó en muchos sentidos, me hizo ser la persona que soy ahora.

Hoy, finalmente, he explotado

Lloré, lloré como si no hubiese un mañana sin importarme quiénes estuvieran a mi alrededor. Lloré de dolor, de nostalgia, de impotencia, de desesperación. Mi cabeza hace mucho tiempo asimiló la muerte de esta persona, pero mi corazón jamás lo ha aceptado.

Vivo reprimida. A la larga me he creado una faceta infantil y despreocupada que muchas veces uso como escudo para combatir la tristeza, tengo miedo de llorar, tengo miedo de volverme débil. Porque bien sé que eso sería mi completa perdición. Aunque la verdad es que soy débil, soy un maldito y asqueroso ser humano, un ser humano que comete errores y que inevitablemente siempre derramará lágrimas, y en más de una ocasión, sin ninguna razón. A veces he creído que cometo más errores que una persona común y corriente, por desear siempre hacer las cosas por mi cuenta, por insistir en ir siempre a mí ritmo sin ayuda de nadie. Oculto todo, oculto todo porque simplemente creo que soy tan, pero tan miserable, que no vale la pena provocar preocupación en los demás.

La vida a veces es sumamente confusa. No sé hacia dónde ir, pero supongo que hasta cierto punto ese es el caso. Tengo  todo lo necesario para ser feliz. Techo bajo el cual vivir, estudios, ropa, un plato de comida el cual llevarme a la boca, unos padres que a medida de sus posibilidades me apoyan… no tengo nada de qué quejarme realmente. Sin embargo, es imposible no sentir dolor, es imposible que los obstáculos que a la larga se me presentan no me hagan entrar en un estado a veces incluso caótico de desesperación. No es fácil sobrellevarlo todo, siendo yo una náufraga en una isla de sentimientos encontrados, la damnificada en el desastre natural que tengo por emociones, pero con todo y eso he estado aquí, fiel a una quizá falsa alegría.

Es mi costumbre mantenerme distante de algunas personas, y es con mi padre con quien más eh mostrado este lado mío. Nunca hemos sido muy cercanos, es como si cada quien habitara en su propio mundo, tan distante, tan diferente. Él siempre tan lejano, y yo por pura soberbia, me alejaba aún más. Algunas veces traté de acercarme a él, de hacer que nuestra relación fuera, de menos, un poco estable. 


Pero siempre era lo mismo…Yo tan perdida en su laberinto de sentimientos tan contradictorios y confusos, mientras él se mantenía completamente incapaz de responder a mis preguntas, agarrarme de la mano, y sacarme de ahí. De ese abismo en el que me sumergía cada que la decepción por haber fallado me invadía. Todo se mantenía exactamente igual. Corazones y mentes distantes y divididas.


No esperaba reaccionar de esta manera al enterarme del estado de salud tan crítico en el que se encuentra. Esa incertidumbre de no saber en qué momento podría dejar de verlo para siempre, es difícil, es realmente difícil asimilar el hecho de que es cuestión de tiempo para que se vaya para siempre. Pese a que sea un viejo neurótico y necio, es mi padre, y ahora me doy cuenta que le tengo cariño; quizá no un cariño empalagoso o demasiado “sentimental”, pero sí lo quiero, a mi modo.


Caso aparte, la sociedad y su ignorancia me asquean… pero eso no es nada nuevo y no importa demasiado.

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Entrada escrita el 25 de diciembre del 2012, mi padre falleció el 24 de febrero del 2013. No sé que decir acerca de esto, francamente. Pero casi todo lo que escribí en aquel entonces, lo siento aún. Solo diré una cosa: vivan, en serio, VIVAN el presente, o después podrán arrepentirse de no haberlo hecho.