Capítulo 1
Manos Manchadas
Ya muchas
veces he tenido que ocultar
lo que yo soy en realidad
Lo tengo que callar y debo pretender
ser alguien que ya no soy.
Mi anterior mirar tan llena de bondad
ahora vislumbra crueldad
Debo vivir con esta carga
en el interior
Lo tengo que callar y debo pretender
ser alguien que ya no soy.
Mi anterior mirar tan llena de bondad
ahora vislumbra crueldad
Debo vivir con esta carga
en el interior
Caminando de regreso a casa, un prematuro grupo de copos de nieve empezó
a caer sobre él: era la primera nevada del año, y se alegró de haber tomado el
abrigo de su primo el día anterior; pues había ido de visita a su casa. Le
quedaba algo grande y holgado, pero era mejor que nada. En su camino no se topó
con nadie, cosa que le resultaba muy extraña estando él acostumbrado al
bullicio de los muchachos que vivían en su vecindario, pero ese día era diferente,
ninguna persona se encontraba fuera de su casa o negocio, todos se resguardaban
de la nieve que lentamente cobraba fuerza impulsada por un crudo viento
invernal. Un escalofrío recorrió la espalda de Lance, quien por un segundo,
tuvo la sensación de que la tenue luz de la luna que se comenzaba a alzar poco
a poco en el cielo nocturno alumbraba todas las inertes figuras del sigiloso
pueblo...a excepción de él. ¿Era acaso un castigo prematuro por lo que había
hecho? No tenía justificaciones válidas ante lo sucedido. Le fue imposible
controlar su ira, y la desahogó clavando profundamente la navaja que siempre
llevaba en su bolsillo en el cuello del muchacho. Lo había hecho de una manera
sádica, despiadada, feroz, salvaje... no se reconocía a sí mismo, era completamente
opuesto a su verdadera naturaleza; pero la cólera que le provocaron las
palabras de su "amigo", lo habían hecho desatar la bestia que residía
en su interior. Podrían meterse con quien sea y tampoco le importaba que lo
maltratasen; pero nadie podía juzgar ni hablar mal de su amada y salir vivo de
ello. El aroma a sangre fresca que emanaba de la herida entreabierta lo hacía
sentirse vivo, pero también sabía que lo que estaba haciendo no era correcto, y
su parte humana se sentía cruel y despiadada. Así mismo, estaba consciente de
que esa herida sería más que suficiente para que los rumores corrieran y le
dieran el título de asesino, aunque su intención no fuera del todo mala. Más...
eso no le importó, sólo quería liquidar a ese engendro de la manera más atroz y
brutal que le fuese posible. El muchacho había logrado pronunciar unas últimas
palabras antes de que su respiración se cortara y su corazón se detuviera
completamente: "Nunca te perdonará lo que has hecho".
Mientras se encontraba navegando en sus culpables pensamientos, Lance no
se percató de que su casa estaba ya muy cerca, pero a unos cuantos metros de la
entrada, un grupo de jóvenes se encontraba charlando casi en susurros, como si
temieran ser escuchados o descubiertos por algo o alguien. Él continuó
caminando a paso lento pero constante, recorriendo despaciosamente cada uno de
los cuerpos que conformaban aquel perímetro de susurros con sus ojos dorados
llenos de incertidumbre. Cuando finalmente estuvo a escasos centímetros
del círculo que formaban los muchachos, buscó con la mirada a Natzira, pero no
estaba por ahí. Por dentro se sintió aliviado, pero no pudo evitar dejar salir
un suspiro de frustración. Torció el gesto y miró al cielo que aún estaba
cubierto de nubes oscuras, preguntándose si podría explicarle a Natzira lo que
en realidad sucedió, sin que ella lo odiara o deseara matarlo con sus propias
manos. Apretó la mandíbula y disimuladamente retiró una de sus manos del
bolsillo de su abrigo, contemplándola por unos momentos; la sangre ya se había
secado y la navaja seguía dentro de su prenda, ¿Por qué no se había deshecho de
ella si sólo serviría para recordarle su impulso asesino? De un momento a otro,
su expresión se tornó demasiado tensa. Su amigo Ronove, el único testigo, tampoco
había regresado ¿Lo delataría? Claro...quién no lo haría después de presenciar
un asesinato de esa índole justo frente a sus ojos. Prácticamente, sus días
estaban contados, pero eso no le importaba demasiado, lo único que deseaba era
no ser odiado por la persona que más amaba, y la única a la que había amado
durante toda su vida. Se dio cuenta de que sus manos habían empezado a temblar,
y no era por el frío. Se negaba a aceptarlo, a creer que lo que había ocurrido
era real, quiso pensar que todo era una horrible pesadilla de la que
despertaría al darse un pellizco o una mordida en la mano. Él no era un
asesino, al menos no con esa intención.
Se exaltó al sentir una mano fría y tensa en su hombro acompañada de un
"¿Cómo estás, Lance? Se te ve muy alterado desde entonces...". Esta
última palabra había sido pronunciada con un tono cínico, enfermo… ¿Para qué
resaltó con ese tono de voz la palabra "entonces"?. Lentamente giró
su cabeza hasta voltearse por completo y mirar al extraño personaje que se
encontraba cubriéndole la espalda como una penumbra en un callejón lóbrego y
sin salida...